Como dice Jose María Toro: “Las hojas no caen, se sueltan… Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja. Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse. Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento. Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación”.
Las hojas otoño nos ofrecen una reflexión…
Repensar las cosas que son verdaderamente importantes y las que no es vital en estas fechas. Hemos dejado que se “caigan” situaciones, cosas o personas por una fuerza mayor externa. Si miramos dentro, ¿cómo podríamos reinventarnos para que brote, como en primavera, semillas de una infancia sana? ¿Cómo podríamos darles el espacio que la situación les ha quitado? La generación Covid19, tambien tiene derecho a ser feliz sin perder la cosas esenciales de la infancia: Pasión, curiosidad, juego, amigos/as, picardía, disfrute…
Ha sido otra gran mañana precedida de un arcoíris que ha salido en todas las asambleas de clase. ¿Qué cosas tenemos que soltar?
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